Erasmus+ Train (in) course

Train (in) course: las áreas interiores puestas en escena

Alto Mijares. Un tren turístico surca lentamente los puertos de montaña, con veinte jóvenes de toda Europa a bordo. Paradas: Cirat, Arañuel, Montán, Montanejos; cuatro pueblos, cuatro áreas rurales del este de España, que juntas no alcanzan los 1000 habitantes. Lo que os voy a contar es mucho más que un viaje, es un Erasmus itinerante en las áreas interiores valencianas, que en una semana de mayo fueron exploradas, vividas y -literalmente- puestas en escena en plein air. La intuición de la asociación ARAM (Asociación por la Resiliencia de Alto Mijares), organizadora del proyecto «Train (in) course«, fue el empleo de un lenguaje universal -como el medio teatral- para reflexionar colectivamente sobre los problemas de las áreas rurales: el teatro de los oprimidos, y en particular el teatro del foro, se prestaron a la participación y al involucramiento activo del público ciudadano, que de mero espectador se convirtió en demiurgo de su propia historia. En las diversas escenas se exploraron problemas propios de las pequeñas comunidades y de los lugares rurales: desde la complejidad de la integración y aceptación social, hasta la carencia de servicios esenciales, pasando por la turistificación y la despoblación. La trama, la vida en las áreas interiores, fue trazada por un hilo rojo tendido entre resistencia y rendiciones, permanencias y abandonos. El laboratorio teatral fue el fruto final de una semana de observaciones participantes, mapeos territoriales, brainstorming y debates sobre el pasado, el presente y el futuro de las áreas interiores. Un trabajo que llevó a resignificar los espacios, imaginar futuros posibles, interactuar con las personas locales y hacer propia su vivencia.

¿Partir o quedarse?

Caminando por las callejuelas de Cirat, más de una vez pensé que me encontraba en un pueblo encantado, bajo la influencia de un sortilegio mágico, con una pregunta de fondo que me retumbaba en la cabeza: «¿Qué ha sido de los habitantes?». Siesta aparte -por la que desde el mediodía hasta media tarde solo se encuentran gatos por la calle- me quedé aturdida por el silencio y la quietud que resonaban en el pequeño pueblo despoblado. Todos los pueblos que visitamos comparten el mismo e inexorable epílogo, el declive demográfico. Todos ellos lugares con un alma fortísima, que atesoran una belleza antigua, testigos de un tiempo que se desvanece: los graneros abandonados, con las puertas de madera atrancadas, los lavaderos públicos donde antaño resonaban las voces de las mujeres, rincones de muros desconchados y tejas rotas, narran historias de éxodo y de profundas transformaciones económicas. Sin embargo, en esta aparente inmovilidad, la conexión con la ruralidad emerge aún fortísima y vibrante. Volviendo la mirada al horizonte, se divisa un escenario bucólico, salpicado de pocas y rústicas viviendas, mientras a su alrededor el verde se extiende hasta donde alcanza la vista. En un ejercicio de contemplación en un mirador, pensé que mirar el panorama es un poco como ir más allá de los propios límites, como una fuga de la propia realidad, el irse del lugar natal hacia la infinidad de posibilidades que se despliegan en la vida. Como partir.

Vivir en las áreas interiores nos enfrenta a la eterna escisión interior, es decir, si elegir irse o quedarse. Probablemente, no fui la única en haber hecho esta reflexión: en ese punto panorámico había dos bancos, uno mirando hacia la inmensidad de lo creado, el otro en dirección opuesta, hacia un muro de cerco urbano y las casas. Y entre los muros, habían nacido flores, que resistían entre las asperezas de la piedra. Como quedarse. Quienes se quedan en pueblos como Cirat cultivan la belleza y practican la amabilidad. Los pequeños patios florecidos en el empedrado de la calle, las mayólicas decorativas, el cuidado meticuloso de los detalles en los pórticos habitados, los saludos cálidos y la afabilidad de los habitantes me embriagaron y, a ratos, me conmovieron. Los espacios de encuentro como el vecindario, los pocos bares con la persiana aún levantada, la casa de cultura con su bar de los años 80, son símbolos de una vida comunitaria que, aunque débil, aún late y no se rinde.

Erasmus+, chispas para la conciencia colectiva

Los proyectos Erasmus+ son espléndidas y tangibles oportunidades de aprendizaje, interacciones y conciencia para los participantes. Un Erasmus en las áreas interiores, como ya se experimentó en el Ruralthon de Bagnoli Irpino, ha demostrado la importancia de dar voz a las comunidades locales y convertirlas en protagonistas de su historia. «Train (in) course» fue una obra colectiva de redescubrimiento y resignificación de los lugares y las existencias en las áreas rurales, filtrada por la mirada externa y vívida de los jóvenes europeos que participaron en el intercambio. De ello nació una pieza teatral en la que, más allá de las múltiples formas de opresión puestas en escena, surgieron destellos de esperanza y de luz para rediseñar el futuro de su propia tierra. Un metateatro como toma de conciencia de lo que no funciona y, sobre todo, de lo que puede cambiarse con acciones individuales y sinergias colectivas que poseen el potencial transformador intrínseco a estos territorios y a sus comunidades.

Hacia un futuro sostenible para las áreas rurales

Las voces de la comunidad han proporcionado ideas que engloban una perspectiva mucho más amplia, involucrando directamente a los responsables políticos y a los agentes económicos. Para contrarrestar el declive demográfico y revitalizar estas áreas interiores se necesita un cambio de rumbo estratégico: invertir con decisión en el trabajo, creando oportunidades que permitan a los jóvenes quedarse o regresar, y atraer a trabajadores con sus familias; garantizar servicios personales accesibles y eficientes -sanidad, educación, transporte- y construir un modelo de desarrollo que vaya más allá de la mera estacionalidad, para ser auténticamente sostenible en el tiempo. Además, es necesario ir en dirección opuesta a la lógica economicista, por la cual no es conveniente realizar inversiones en áreas deprimidas y escasamente pobladas. El futuro de los pequeños pueblos no es un destino ineludible y puede cambiarse implementando concretamente estas premisas: es una posibilidad concreta de renacimiento, siempre y cuando la calidad de vida, la sostenibilidad y la valoración del capital humano de las comunidades locales se sitúen en el centro de toda estrategia.